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Volume 62 / Humanities

LITERATURE: SPANISH AMERICA: Chile


JOSÉ PROMIS, Professor of Latin American Literature and Literary Criticism, University of Arizona

LA PROSA CHILENA de ficción publicada entre 2002 y 2004 ha mantenido las características generales que se perciben ya en años anteriores, tanto en lo que se refiere a las técnicas narrativas favorecidas por autores y autoras como a las temáticas que atraen su interés de manera más reiterada. Con respecto a lo primero, la novela chilena de estos años confirma su abandono de las experimentaciones formales de décadas anteriores para recuperar la utilización de discursos narrativos cercanos a la linealidad cronológica de los acontecimientos. Así, la reedición de El padre mío, de Diamela Eltit (item #bi2006001363#) adquiere sobre todo valor arqueológico frente al interés dominante de narradores y narradoras por contar historias cuyo dramatismo proviene más de los contenidos actualizados en ellos que del modo en que son comunicados. Buen ejemplo de esto último es el éxito de venta obtenido por novelas policiales y de intriga publicadas por Roberto Ampuero (items #bi2004002618# y #bi2006001352#), o novelas de acción como El baile de la Victoria, de Antonio Skármeta (item #bi2006001378#), que obtuvo el Premio Planeta de Novela 2003.

La actitud narrativa dominante en la mayoría de las novelas publicadas en estos años es la indagación por el pasado y el análisis de las condiciones del presente. La primera actitud puede privilegiar la observación del pasado remoto para descubrir en dicho tiempo el origen de comportamientos o situaciones actuales. Los relatos de Rodrigo Atria (item #bi2002005784#) y Juanita Gallardo (item #bi2006001364#) ejemplifican el interés de muchos novelistas de revisar críticamente la época colonial con el objetivo de descubrir verdades no establecidas en los discursos históricos tradicionales, mientras que Rodrigo Jara (item #bi2004002609#) o Jorge Marchant Lazcano (items #bi2006001368# y #bi2002005795#), llevan a cabo ese mismo propósito observando el tránsito del siglo XIX al siglo XX.

La actitud analítica asumida por muchos novelistas conserva vivo también el interés hacia la observación de las condiciones actuales por las que atraviesa la sociedad chilena. Puede afirmarse con bastante seguridad que en la mayoría de los casos la novela de estos años entrega una visión negativa y escéptica de los modos de vida contemporáneos que en ella imperan. Novelas como las de Roberto Brodsky (item #bi2006001354#), Camilo Marks (item #bi2006001369#), De la Parra (item #bi2006001360#), Forch (item #bi2002005451#), ejemplifican la desconfianza hacia la llamada sociedad neoliberal y hacia las ganancias sociales anunciadas en los discursos políticos. A la vez, presentan asimismo la imagen del individuo contemporáneo como un ser sumido en la ambigüedad, la contradicción y el desconcierto.

La producción de las novelistas chilenas obedece mayoritariamente a estos intereses y propósitos. Cabe decir en este aspecto que ha habido un aumento considerable de novelas escritas por mujeres donde se indaga acerca de las condiciones de la mujer, o de los problemas de género y de sexo, en una sociedad dominada por afanes empresariales o sometida a la fuerza de principios masculinos más poderosos. Lucía Guerra convierte la figura de Carmen Miranda (item #bi2006001365#), en símbolo de este conflicto. Marcela Serrano ha hecho de esta observación el leitmotiv de su narrativa y la prosigue en Hasta siempre, mujercitas (item #bi2006001377#). Por su parte, la novela de Alejandra Costamagna (item #bi2002005453#), ejemplifica otra tendencia de la narrativa femenina actual: la búsqueda de los orígenes que justifiquen los sentimientos actuales de culpa que experimenta la mujer contemporánea. Finalmente, la novela Un hombre en la vereda (item #bi2004003523#), de Elizabeth Subercaseaux, es un ejemplo de la manera como las novelas escritas por mujeres representan los problemas de poder y dominación. Desafortunadamente, la calidad artística no siempre ha acompañado a la cantidad de relatos publicados por mujeres. No han aparecido, pues, en estos años, nuevos nombres que se unan a los de autoras de prestigio ya establecido.

Varios narradores chilenos fallecen en este periodo. Entre ellos, Francisco Coloane en el año 2002 y Roberto Bolaño, en el 2003. El deceso de este último causó especial impacto en el mundo intelectual chileno. Su novela 2666 (item #bi2006001353#), que algunos críticos han considerado como la nueva obra maestra de la literatura en lengua española, fue publicada póstumamente.


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Comments: Ask a Librarian (07/08/14)